martes, 7 de junio de 2011

Hermanos



Os presento a Poti y a Jing, dos hermanos chinos, de 2 y 3 años, que viven en Vitoria con Lucía, una madre de acogida magnífica. Nos conocimos porque Aldeas Infantiles SOS tiene una exposición de fotos muy buena en el Parlamento Vasco con el lema de su actual objetivo: "Hermanos" y, además de ir a recogerla en imágenes, quisimos mostrar un caso práctico de los beneficios de la acogida en bloque de hermanos que no pueden estar con sus familias biológicas. Y ahí aparecieron estos dos diablillos orientales que me enamoraron a primera vista. Vivos, divertidos, generosos (le daban galletas al objetivo de la cámara), amorosos (todo eran besos y abrazos) y cabezotas (Poti cogió una rabieta de muerte por no querer acceder a sus deseos: la quinta o sexta galleta de chocolate)...hablaban castellano y euskera con fluidez, bueno con la que se puede tener a esa edad...Lucía nos contó que, desde que llegaron, no pueden estar el uno sin el otro, que se buscan por la noche hasta que terminan durmiendo en la misma cama en la que casi no caben, que cuando uno está en la piscina o en cualquier otra actividad, el otro pregunta incansablemente dónde está y si va a volver...Son hijos de un comerciante chino de Vitoria al cual, cuando Poti, el más pequeño, tenía cuatro meses, su mujer abandonó volviéndose, sin mirar atrás, al Gran Gigante Amarillo. Lucía y los niños le visitan cada semana, habiendo logrado una estupenda relación entre todos. Y si algún día, ese buen hombre puede recomponer su hogar, Poti y Jing volverán a su lado...Pobre Julia y pobres ellos! O no? Como me confesó ella misma, el corazón de una madre de acogida está acostumbrado a romperse para volverse a recomponer con la llegada del nuevo inquilino...además, siempre habrá un pedazo de ella en ellos y al revés, es inevitable, los lazos del amor son así de robustos y perdurables. Salí por esa puerta con todos en mi corazón y aún siguen en mi recuerdo...Inolvidables.

sábado, 4 de junio de 2011

El llanto divino















Estoy oyendo, como cada noche, a mi vecin@ llorar a lágrima viva. No tiene ni siquiera dos años pero ya sabe muy bien lo que es sufrir. Pero lo que aquí es una desgracia, en Japón sería una auténtica bendición. El Naki Sumo es un concurso de llanto de bebés. Es una tradición japonesa que viene de 400 años atrás. Se lleva a cabo en el templo Sensoji de Tokio cada solsticio de primavera y su objetivo es alejar a los malos espíritus  y mantener sanos a los niños. Para participar, los padres tienen que llevarlos al templo donde luchadores de sumo amateurs los cogen en sus brazos y tratan de hacer que lloren lo más posible. El niño que llora antes, más fuerte y más tiempo es el que gana, cosa que dictaminan unos jueces que tienen la última palabra. Este año se han presentado 80 candidatos. El año que viene nos presentamos porque ganamos seguro!