sábado, 17 de noviembre de 2007

LA REALEZA DE BRUNO PEKÍN


Una vez más, Bruno Pekín ha afilado su pluma y me ha enviado este regalito para seguir dejando su huella en este minimundo...A por él!!!!

EL EFECTO SIDDHARTA



Capítulo 1º- La confesión

Letizia mira de reojo al Príncipe y vuelve a sentirle lejos, muy lejos. Los dos van sentados en la parte trasera del coche oficial. Al otro lado de los cristales ahumados desfila la iluminación navideña del Madrid nocturno
. Son las once y veinte de la noche. Hace frío y el parte anuncia nieve para las próximas horas, pero el BMW es un confortable útero rodante que huele a calefacción, madera y perfumes de marca. Desde los altavoces y a un volumen muy bajo, Madonna tritura sin ningún pudor un viejo éxito de los 70. Letizia desvía su mirada de la nuca de Felipe a la de Damián, delante de ella, que conduce de regreso a La Zarzuela con la trabajada habilidad de no aislarse nunca del coche de escolta. Después, la mujer del Príncipe suspira, se apoya en el reposacabezas y cierra los ojos mientras piensa:” A estos les pasa algo”.

Felipe, con la mirada perdida en la calle, siente a su izquierda la desesperación de su esposa y se sabe culpable. Lleva más de un mes evadiendo sus preguntas con respuestas vagas. Pero el plan que tiene en la cabeza ya está en marcha. Y ahora necesita su colaboración. La de la Princesa
. Esta misma noche. Así que tiene que decírselo ya. Sin más demora.
El Príncipe carraspea frente a su ventanilla y permanece quieto, muy quieto, como posando para un retrato oficial mientras piensa: “Ufff”.

Damián conduce a través del mar de luces. A sus 50 años
, y con más de 20 al servicio de don Felipe como su chófer y hombre de confianza, él está al tanto de todo. Ha sido su cómplice en muchas travesuras clandestinas, sus primeros noviazgos, las escapadas con los amigotes... Fue él quien se ocupó personalmente a lo largo de casi dos años de las citas secretas entre el Príncipe y la Periodista que ahora es su mujer. Pero esto...lo que están a punto de llevar a cabo...esto es distinto... tiene un aire que no le gusta, no le gusta nada de nada...Pero qué se le va a hacer...Donde manda capitán, no manda marinero...De espíritu eminentemente práctico, mientras las verjas de la Zarzuela aparecen ya a lo lejos, Damián piensa : “¿Lo tengo todo?”.

Un rato más tarde, Letizia está en la cama, vestida con el camisón azul cielo y con la espalda apoyada en un enorme almohadón de plumas blanco. Tiene los brazos cruzados y en tensión, el gesto enfurruñado y una mirada asesina clavada en la puerta del baño del Príncipe , donde se oye el agua del lavabo correr desde hace más de veinte minutos. Mientras echa humo por las orejas, la Princesa piensa: “Y además, antiecológico”.

Dentro, Don Felipe consulta su reloj, cierra el grifo, se mira en el espejo y se dice en voz baja: “Vamos allá, campeón”.
Cuando Letizia le ve surgir al fin del baño aún vestido de calle ni se inmuta. Y cuando le oye decir “Tengo algo que contarte” hasta se relaja, preparada como está para soportar cualquier cosa menos la incertidumbre. Eso le parece lo peor de lo peor, la incertidumbre. De verdad. Un fastidio. Le pone de los nervios. Así que respira a fondo y se dispone a escuchar.

Capítulo 2º- La metamorfosis

Exactamente quince minutos más tarde, el Príncipe sale por la puerta trasera del palacete y se dirige a un coche no oficial de color azul aparcado en el jardín. Al volante ve el perfil de su fiel Damián. Atrás queda una Letizia boquiabierta con una gastada
edición del “Siddharta” de Herman Hesse entre las manos. Cuando la abra, once minutos más tarde, la va a encontrar subrayada en verde fosforito y con los márgenes repletos de anotaciones hechas a mano.

Cerca de la una de la mañana, el coche azul se detiene frente a una oficina de Banesto, junto a la estación de metro de Ríos Rosas . Hace un frío que pela y no se ve a nadie por la calle. Las puertas delanteras se abren al unísono y salen Felipe y Damián. Felipe se queda de pie en la acera mirando aquí y allá mientras el otro se dirige al maletero, del que extrae una gran bolsa de deportes y unos cartones. A continuación, utilizando una tarjeta de crédito, entran en el pequeño receptáculo del cajero automático, cuya cámara de vigilancia -según lo previsto- ha sido dos horas antes misteriosamente bloqueada. Una vez dentro, Felipe se va calzando un grueso abrigo grasiento, unas deportivas rotas y una roída gorra de lana calada hasta las cejas , al tiempo que entrega a Damián sus zapatos Capricci y el gabán de cuello alto. Luego extienden parte de los cartones sobre el suelo y el miembro de la realeza se tumba sobre ellos.

- Venga, ponme por aquí todo lo demás y ya te estás yendo....- le dice a Damián.

Así que Damián termina la faena: saca un tetrabrik sucio y desinflado
de vino Don Simon que coloca a la cabecera, una bolsa del Corte Inglés llena de jerseys viejos que deja por allí para que sirva de almohada real y, para rematar, de una caja de madera labrada extrae unas colillas que espolvorea aquí y allá por toda la escena...Luego, como un pintor profesional, toma perspectiva alejándose el medio metro que le permite el cubículo, inclina la cabeza a un lado y a otro como un metrónomo humano y, finalmente, con un gesto de hiena astuta, asiente satisfecho ante lo que ve.

- Señor, ¿está seguro de que esto...?
- ¡Damián! Eso ya está hablado...Te vas y vuelves a por mí a las siete en punto...así que aire...Antes, échame esos cartones sueltos por encima, anda...
Damián lo hace.

- Majestad, solo una pregunta...
- Quéeeeeeee....
- Su móvil...¿lo lleva encima? ¿lo tiene activo?
- Positivo...¿lo ves?
Efectivamente, el móvil está activado. El Príncipe lo vuelve a introducir entre la roña del abrigo.

- Y ahora, fuera Damián...venga...venga...
- Señor, ante cualquier cosa....
- ¡Fuera! ¡Ya!
El chófer abre la puerta y sale al frío de la noche madrileña.

Capítulo 3º- Efectos colaterales

A las tres y media de la mañana la situación es ésta. Letizia dormida boca abajo en su cama, las luces de ambas mesillas encendidas y Siddharta abierto en una página donde se puede leer “Quien no encaja en el mundo, está siempre cerca de encontrarse a sí mismo”.

Damián dormido al volante de su coche aparcado a unos 40 metros del cajero automático. Ronca, con la cabeza caída sobre el pecho y unos diminutos prismáticos de ópera entre las manos. En la radio encendida, Robin Williams machaca sin piedad un viejo éxito de los 70.

Don Felipe, dormido profundamente
, a pesar del zumbido de la fluorescente, del frío, de los picores en la cabeza provocados por la roída gorra de lana... A pesar de que la puerta se acaba de abrir y dos gitanillos de 9 y 12 años ahogan sus risas mientras arramblan con su móvil, su anillo de casado y su Don Simón...A pesar de todo eso, el Príncipe duerme, duerme como hacía tiempo que no dormía. A pierna suelta.

A las cuatro y once minutos de la mañana las notas de “Cantando Bajo la Lluvia” suenan en el Elíseo de París. Nikolás Sarkozy, con un zumo de frutas en la mano y vestido ya para su sesión diaria de footing
, atiende su móvil personal temiéndose lo peor. ¿Quién le llama a esas horas?. Sólo puede ser algo grave...muy grave. Cuando ve en la pantalla las palabras Felipe Borbón el ceño se le frunce hasta tocar el mentón...

- Aló....

Al otro lado se oyen risas sobre algo así como... el ruido de un camión de la basura...

- Aló...Aló...- tartamudea Niko.

Y ahora sí, oye claramente una voz que le dice: “Passsa tronqui...pasmaoooo y luego ...arriquintraunquitraunquitraunqui-quitraunquitraun...”, todo entre palmas y carcajadas...
La comunicación se corta bruscamente y Sarkozy se queda mirando el Erikson con la expresión de quien ve una rata muerta en la sopa. “Mon dieu!” dice para sí.

En los quince minutos siguientes llamadas parecidas tienen como destinatarios los móviles de Alejandro Sanz, Alberto de Mónaco, el Rey, Joaquín Sabina , una empresa de alquiler de veleros, otra de trajes a medida, Montserrat Caballé,
Pau Gassol y otros. En la mayor parte de esos casos el cachondeo queda grabado en los buzones de voz y será descubierto en algún momento de la mañana siguiente . Los pocos que atienden personalmente la llamada dudarán de la cordura del Príncipe para el resto de sus días.

A las cinco y veinte, Letizia se despierta inquieta y decide llamar al móvil de su marido, que justo empieza a sonar, el pobre, cuando está en el aire, recorriendo una parábola suicida que va desde lo alto de un puente hasta el duro asfalto de la M-30, donde quedará hecho añicos, a merced de los cascos de las camionetas de reparto. Letizia no puede intuir nada de esto. Sencillamente piensa que su marido ha cortado, no quiere hablar con ella. El muy cerdo.

Capítulo 4º- Las cartas boca arriba

A las ocho y cuarto de la mañana, como todos los jueves, la Familia Real desayuna en grupo. De todos ellos es el Príncipe el que parece el más descansado; el que, aunque silencioso, luce mejor humor. Nadie diría que ha pasado la noche sobre cartones. Hasta parece inmune a las miradas asesinas de su mujer
, que deja de sorber su café con leche cuando le ve golpear suavemente la taza -clic, clic, clic- con la cucharilla para llamar la atención de los demás, levantarse todo lo largo que es, carraspear y decir con voz alegre:

- Querida familia, tengo que deciros algo: Me voy a hacer
budista. Es una decisión que me ha llevado tiempo, pero...

En la cabecera de la mesa, su padre deja de sorber el té, extiende
hacia él una mano llena de dedos y escupe con voz de alcaparra:

- Pero... ¿por qué no te callas?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ganial!. Buenas risas para la tarde del lunes.
Muchos besos

Anónimo dijo...

Él comienzo extraordinario promete mucho más. Después he visto por ahí referentes reconocibles,(el príncipe vagabundo es un clásico) alguna imperdonable vulgaridad (¿arriquitaun? no me jodas) y se diría que algún afán por "pegar" con el espíritu de blog. No es mi Bruno favorito. Dicho sea conanimus constructivi

Anónimo dijo...

Discrepo completamente con el constructivi ese. El cuento es bueno y solo por el hayazgo del móvil que conecta con Sarkozy etc ya merece la pena.
El prínipe debería aparecer rapado en el desayuno..je je je.

Anónimo dijo...

Creo que reconozco al verdadero Bruno detrás de su afilada pluma. No hay nada como despertarse y escribir del tirón. Insomnio provocado no es insomnio que es pecado (para los que madrugando, creen que "sólo estar durmiendo es mejor que estar dormido").
No siento pena por el príncipe budista, pero me gusataría oir resonar en Lasha, en el monasterio, la famosa frase de su padre durante algún profundo ejercicio zen.