martes, 27 de noviembre de 2007

YA ES NAVIDAD EN BRUNO PEKÍN


EL TIEMPO NOS PERTENECE



1

Iñaki sale de San Mamés con una mala ostia que no veas. El 0-3 con el Murcia le ha acabado de fundir los plomos. En su cabeza se ha puesto en marcha un chirriante music-hall protagonizado por niñatos que no sudan la camiseta, entrenadores melifluos, periodistas ignorantes y directivos pusilánimes que engordan a su costa. Panda de hijos de puta...Le están jodiendo la vida. A él, un veterano de los de verdad, que navegó en las gabarras del éxtasis, que ha estrechado la mano de San Clemente en tantas ocasiones, que se partió la cara en el Vicente Calderón en el 93 (tres puntos de sutura en la frente, pero el otro también recibió lo suyo), que temporada tras temporada ha invertido lonchas vitales de su sueldo en el carné de socio...En fin, a él, un mártir de la camiseta rojiblanca, le han traicionado. Le están dando por culo. Así que esta noche al primero que defienda al inútil de Llorente le mata
. Así, sin más. ¡Que ya está hasta los cojones, ossssstiaaaaa¡.

En este estado de ánimo, bajo un sirimiri que no ayuda en nada, apoyándose en la muleta que
le ha acompañado toda la vida (o casi toda, es uno de los recuerdos visibles que le dejó el accidente) Iñaki enfila Pozas como uno más en la depresiva procesión de paraguas y txapelas que baja hacia el centro de Bilbao. Al poco, a fin de serenarse, cruza de acera y entra en la Marisquería Kaiku.

2

En ese mismo instante, cien metros más allá, Amelia sale por la puerta de la sala de juegos de Alameda Urkijo. Ha sido una tarde de mierda. Doscientos euros arrojados sin más al estómago de las máquinas de azar. Un desastre. Pero ellas no son culpables, pobrecitas. Ellas son lo más, las máquinas
. Le proporcionan emoción, aunque sea la de perder. Y eso es lo que ella necesita: emociones. Lo mismo que el río humano de bufandas rojiblancas con el que ahora se confunde y en el que, con toda probabilidad, está Miguel, su marido. Emociones. Por sus caras, las de los hinchas, por el arrastrar de sus pies, por el espeso silencio que les rodea, sabe que al equipo le ha ido mal. Así que esta noche deberá darse prisa por llegar a casa. Sólo una paradita rápida para un mosto que disimule el aliento de los dos gin-tonics...Tal vez ahí, en la Marisquería Kaiku.

3

Ramón, barman y dueño del local, tiene unas ojeras de asustar, con más pliegues que un acordeón y negras como la coca-cola.

- ...güendióss - le está diciendo a Iñaki - el pan de mis hijos, joder...Si éstos nos
mandan a segunda toda esta calle se va a la puta mierda...¡toda!...que te
lo digo yo...¡y a ver de qué vamos a vivir entonces¡...que estos cabrones están
jugando con el pan de mis hijos, ostia...

Iñaki mira al fondo de su cubalibre y piensa que está delante de un fenicio al que los colores le importan una mierda. Como terapia, el discursito del muy cabrón no le está sirviendo de mucho. Y esos manotazos sobre la madera de la barra le están barrenando los nervios...La próxima vez se toma el trago en el bar de enfrente, que es de marroquís.

- ¡Caparrós¡...¡Caparrós¡....pero ¡qué cojones Caparrós¡ ¿quién coño es Caparrós?

Ramón extiende los brazos como si fuera el Papa saludando desde su ventanita del Vaticano.

- Traed un inglés, joder. ¡Un inglés!. Y si no un Heynkes...Todavía mejor: ¡disciplina
alemana¡. Y al niñato que se le pille de juerga por ahí ¡a la puta calle¡...¡que para eso
cobran lo que cobran, güendiosssss¡...¡O no¡...¿eh?.

Iñaki asiente sin entusiasmo y se lleva el vaso a los labios. No tiene prisa. Es viudo desde hace cinco años. Así que nadie le espera en casa. Sólo el televisor. Y la tristeza.

4

Amelia ha entrado en el bar intentando ignorar los guiños eléctricos de la máquina de frutas: ¡Eh,tú¡,¡sí,tú¡, mira qué luces, escucha mi musiquilla... Ven y acaríciame, soy el placer, tu único placer. Déjame en paz, le responde Amelia en silencio. Ya basta. Basta por hoy. Amelia se coloca pegada a la barra, de espaldas a su enemiga, a la espera de que el camarero repare en ella.

- ¿Qué va ser?- le dice Ramón, que deja de lado a un Iñaki meditabundo y recorre el

par de metros que le separan de Amelia.

- Un mosto, por favor - le contesta Amelia.

- Un mostito pa la señora entonces...

¿Lo ha dicho con mala leche o es que el tío es así?. Amelia decide pasar esa insolencia por alto. Hasta que el muy imbécil vuelve con el mosto más triste que ella ha visto en su vida.

- Perdón...¿podría echarle un par de hielos?

Ramón la mira como quien mira un chinche aplastado en la pared.

- ¿Y quiere también una guinda?
- No. Sólo los hielos.

- No...Digo porque pa guinda y hielitos tiene usted el Hotel Ercilla un poco más abajo
señora...

Amelia está a punto de responder a ese vinagre cuando oye una voz que viene de su izquierda.

- Ramón, no seas así...hombre...y sé amable con la señora...que no tiene la culpa de
nada, joder.

- ¡Iñaki!...

- Hola, Amelia. Cuánto tiempo ¿no?.

5


El domingo siguiente es la víspera de nochevieja. Bilbao está empapada de navidad y miles de luces trepan por los tilos, bailan en los escaparates y levitan sobre calles y alamedas. Una ola de frío siberiano mantiene paralizada a la gente en sus casas, como máquinas en suspensión, sufriendo estómagos ácidos, riñones a medio gas, depresiones de temporada, próstatas bajas de batería y, lo peor, las vomitivas películas de Santa Claus. Sólo los niños saltan de aquí para allá, incordiando, sin una dirección fija, como maíces en una tostadora.

Son las cinco y media de la tarde, anochece y, bajo un cielo gris metálico, Amelia deja atrás el Museo de Bellas Artes camino del viejo puente de Deusto. Lleva la bufanda alzada hasta la nariz y de uno de sus antebrazos cuelga el bolso de las grandes ocasiones.¿A qué viene esta locura?¿Por qué no se da media vuelta ahora mismo? ...Todo había pasado hace tanto, tanto tiempo...Iñaki...El accidente le había dejado más de un año en coma...los médicos le daban por perdido...era solo una cuestión de tiempo el que se apagara para siempre...pero despertó y vino la larga rehabilitación, la silla de ruedas y poco a poco las muletas...cosas que supo por terceros porque para entonces ella ya tenía otra vida, se había trasladado a Oviedo, donde conocería a Miguel y permanería más de una década, y ...bueno, el caso es que olvidó, tiró para adelante, ¿qué otra cosa podía hacer?. Una vez, solo una vez le escribió una carta...una carta que nunca tuvo respuesta. Pero todo sucedió hace tanto, tanto tiempo...Una eternidad.
Sí. Se tomará algo rápido y le dirá hasta siempre. El pasado es el pasado y ya está.

6

Está a la mitad del puente cuando una neblina brillante avanza rápida por la ría hasta echársele encima. Amelia nunca ha visto nada parecido. Es como si una nube se desplomara sobre ella. En cuestión de pocos segundos la envuelve. La ciega. Todo lo que está dos metros más allá se difumina y después, deja de verlo. Menos mal que conoce muy bien el puente, así que sigue avanzando. Ahora lo hace despacio, con precaución, sintiéndose la trágica heroína de una película sobre Jack el Destripador. Y, sin embargo, algo está ocurriendo. Porque a cada paso...a cada paso se siente más ágil, más ligera. A cada paso su mente trabaja borrando datos, recuerdos, emociones a una velocidad vertiginosa...A cada paso su espíritu pierde lastre, se aligera, se recarga de ilusión, de futuros abiertos. Y cuando llega al final del puente, Amelia es una adolescente de diecisiete años que pierde el conocimiento frente al puesto de castañas. Un Seat 600 frena en seco y sus dos ocupantes corren a socorrerla. Al inclinarse sobre ella, del bolsillo de la gabardina de uno de ellos escapa un calendario de pared que queda extendido sobre la acera. Es de 1968. Y está sin estrenar.

7

Ese año habían perdido la Copa contra el Valencia, pero aún así, para Iñaki, "Piru" era el entrenador ideal. Si con alguien se podía dar sopa con ondas a los de Madrid era con él. Tenía todo su apoyo, el “Piru”, vaya que sí...Iñaki cierra y dobla La Gaceta del Norte cuando desde la radio de la cafetería llega hasta sus oídos la canción de Luis Aguilé . Dios, cómo odia a ese tipo. Está en todas partes. Es una puta pesadilla...Cuaaaaando salíííí de Cuuuubaaa, dejé mi viiida, dejé miamooorrrr... Puag. Iñaki mira el reloj. Las seis y media. Y Amelia que no llega. Qué raro.
Aparece al poco. Pálida. Con una expresión que no le ha visto nunca. Se sienta frente a él y deja unas castañas sobre la mesa.


- ¿Te pasa algo?...Tienes una cara fatal...

- Me he...desmayado...al final del puente...no sé...me he caído de repente...

- ¿Quéeeee? ¿Y eso?...¿te has caído al suelo?

Iñaki la mira buscando alguna señal de un golpe.

- Sí. Sí...Pero no ha sido nada...No me he hecho daño...pero...no sé...estoy... rara.

- ¿Rara?

- Sí...no sé...la cabeza...

- ¿Vamos al hospital?

- No. No. De verdad. Es solo...una sensación extraña. Es por dentro...Es como
si...Ni siquiera es una sensación mala...es...eso: rara. Enseguida estoy bien, ya
verás.

Amelia extiende las manos sobre la mesa. Iñaki se las coge entre las suyas. Están frías.

- ¿Quieres un café?

- No. Prefiero tomar el aire. Salgamos a la calle.

-¿Con el frío que casca?...¿Seguro?... En fin. Vale. Vámonos.


8

- Y mañana Nochevieja...¡este año la montamos parda!...¡1968!...¿suena bien, que
no?...¡me gustan los años pares!.

Iñaki está exagerando su entusiasmo. Es por ella. La ve tan lejana...Los dos están subiendo la cuesta de Sarriko, dirección a San Ignacio. La navidad está presente en detalles desganados, raquíticos, algunas bombillas solitarias, un "felicidades" pegado en el cristal de un comercio...cosas así.
Amelia avanza con la vista clavada en las baldosas de la acera. ¿Qué le está pasando?¿De dónde viene esta sensación tan...extraña?¿Por qué se siente tan alerta?. Iñaki habla y habla a su lado, pero ella está en otra parte.
Los dos caminan ajenos a todo y a todos, inmersos en su propio mundo. Ahora él se le ha puesto delante, la impide avanzar, agarra su muñeca y le pone algo en la mano. Es redondo, pesa, está envuelto en papel azul...


- ¿Y ésto?

- Tachaaaaannnn! Tu regalo de navidad. Ahí lo tienes. Sin más. Un impulso. Y en
reyes...bueno, en reyes ya veremos.

- Pero esto es trampa – dice ella - Siempre esperamos a los Reyes...yo...yo no tengo
nada para tí....

- Pero, ¿cómo vas a tener?...¡serías adivina¡¡Te digo que no importa¡....Venga,ábrelo.
A ver si te gusta.

Es una esfera. Dentro, en un líquido espeso, está reproducida en plástico la casa en que todos quisiéramos vivir, rodeada de una valla y suaves lomas onduladas. Puntos blancos de falsa nieve flotan de un lado para otro.

- Es preciosa...Iñaki...Pero tiene que haberte costado una pasta...

- Anda, cállate...que no es para tanto. Además...tiene que durar toda la vida ¿eh?

Iñaki agarra la bola, la agita con fuerza y la vuelve a poner en la mano de Amelia

- Mira...¡un tormentón!

Los dos juegan unos minutos, hasta que ella se introduce la esfera en uno de los bolsillos del abrigo y le abraza.

- Te quiero Iñaki...te quiero, ¿lo sabes, verdad?

Se besan, con una intensidad que atrae la atención de algún paseante. Se besan...Y , cuando sus lenguas se tocan, a ella le vuelve el escalofrío, la extraña sensación que le acompaña toda la tarde, desde el desmayo. Mañana irá al médico, pero ahora quiere seguir así, quiere exprimir estos instantes únicos, apartar las sombras que puedan preocupar a Iñaki que, por su parte, está exultante; Iñaki, que ahora levanta la cara hacia el cielo y abre la boca para atrapar las gotas de lluvia que empiezan a caer sobre ellos. Iñaki, que un segundo después está a dos metros de ella, riéndose, girando agarrado con una mano a la señal de tráfico, como Gene Kelly en "Cantando bajo la lluvia". Y entonces es cuando Amelia ve el camión . Oscuro. Destartalado. Viene hacia ellos como un leviatán enloquecido. El camión... Oye el espantoso chirrido de sus frenos. Le ve perder el control, invadir la acera quince metros más allá...

- ¡Iñakiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Y esta vez sí. Esta vez llega a tiempo. Y empuja a Iñaki con toda su alma, y le siente salir despedido mientras ella se ve absorbida por un torbellino confuso de gritos, giros imposibles, cristales rotos, hierros rasgando el asfalto y más, muchas cosas más que no tiene tiempo de distinguir pero que le oprimen, le agobian hasta hacerle tan dífícil respirar...
De ese magma humeante, ese agujero negro que abduce ahora la atención de toda la calle, surge a una velocidad endiablada un objeto que gana altura y, tras soportar el primer y brusco contacto con el pavimento, rueda, rueda y rueda por la cuesta de salesianos hasta que golpea con fuerza la fachada de un edificio cien metros más abajo, escupiendo fragmentos de vidrio en todas las direcciones, tatuando la pared con una mancha de gasoil a cuyos pies –como si fuera una ofrenda- queda olvidada la casa en la que todos quisiéramos vivir, ahora tan solo un insignificante pedacito de plástico moldeado que , al día siguiente, llamará la atención de un niño de dos años y medio que se agachará y lo hubiera alcanzado con su manita de no ser por el tirón enérgico de su madre, que le dice con una voz que le asusta: “no cojas porquerías del suelo”. Y la madre se da cuenta de que ha sido demasiado brusca porque desde donde se encuentra, pueden verse allí arriba, en lo alto de la cuesta, los restos de la tragedia del día anterior: el oscuro camión volcado, el árbol moribundo, la espantosa mezcla de sangre, serrín amarillento y barro negro. Y entonces coge al niño en brazos y –como si algo invisible les amenazara- se apresura acera adelante sin mirar atrás.

9


Las páginas de sucesos de los periódicos locales coinciden en titular:"Joven muerta en atropello". Y dicen además que tenía diecisiete años. Y que su novio, de diecinueve, con tan sólo unos rasguños, sufrió un ataque de nervios. Y que la tragedia, a esas horas de la tarde, estando la calle como estaba, en plena navidad, podía haber sido mucho mayor. Y en sus portadas, en un tamaño desacostumbradamente grande se puede leer: ¡¡¡Feliz 1968¡¡¡.

10


Bajo los focos de San Mamés, la afición contiene el aliento. Yeste golpea el balón que, con un efecto endiablado, peina la barrera del Murcia y entra por la misma escuadra. De puta madre. Iñaki brinca, se abraza a sus vecinos. Si siguen jugando así se llevan la Liga seguro; de hecho, si los cálculos no le fallan, van a entrar en el 2008 en cabeza, empatados a puntos con el Depor. Con un 3-0 a favor y a tan solo cinco minutos del final, el partido está más que sentenciado. Así que Iñaki decide evitarse las aglomeraciones y aprovecha ahora para abandonar su localidad y dirigirse a la boca de salida subiendo de dos en dos las escaleras de la grada. Nadie
diría al verle que tiene sesenta años.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

dE NUEVO ME GUSTA MÁS EL PRINCIPIO. eMPIEZA MUSCULOSO, DESHINIBIDO, PROMETEDOR...DESPUÉS ESTÁ ESE FLASH BACK Y LA NIEBLA DEL PUENTE LO LLENA TODO, PERO TODO DE MELANCOLIA. NO ESTÁ MAL, PERO PROMETE MÁS DE LO QUE DA. EN EL 68 EL ENTRENADOR ERA IRIONDO Y LA MANERA DE APARECER EL CALENDARIO ES ZAFIA... CON LA MATRÍCULA DEL SEISCIENTOS O ALGUNA PEGATINA (VIZCAYA ES UN BELLO JARDÍN P.E.) YA VALÍA. ES PARIENTE DE LA DEL AVIÓN, PERO -QUIZÁS- PARIENTE POBRE... POOOR COMENTAR.

Anónimo dijo...

CORRIJO: IRIONDO FUE ENTRENADOR EN EL 68 PERO TOMANDO EL RELEVO A PIRU GAINZA QUE , EN EFECTO, PERDIO EN EL 67 LA FINAL CONTRA EL VALENCIA. ME LA ENVAINO. (UYY!)